Comentario
El mestizaje no es un rasgo exclusivo de la colonización española, pero sí es su característica fundamental y un fenómeno muy complejo y de difícil estudio porque, además del cruce biológico, tiene importantes connotaciones culturales. Las principales categorías fueron la de mestizo, que define la mezcla entre español e indio, la de mulato o mezcla entre negro y español, y con menor importancia, la de zambo, mezcla entre indio y negro. Entre ellas, una infinita cantidad de categorías intermedias para definir grados sutiles de mezclas, que llegan a su apogeo a fines del siglo XVIII y recibirán nombres pintorescos y burlones: torna atrás, tente en el aire, ahí te estás, coyote, albino, castizo, tercerón, cuarterón, quinterón. Estos grupos étnicos y las otras mezclas son englobados bajo el concepto de castas, término que en realidad incluía a todos los que no fueran españoles o indios.
Iniciado desde el primer momento del contacto, el mestizaje hispano-indígena se ha atribuido a una serie de factores románticos, en particular a la falta de prejuicios raciales de los españoles, supuestamente muy diferentes en eso de los anglosajones. Sin embargo, parece más lógico atribuirlo a dos hechos fundamentales: la falta de mujeres españolas en los primeros años de la conquista y colonización (6,1 por 100 de la emigración total entre 1493 y 1539) y el propio sistema de conquista, con campañas que duraban meses y años, e incluían violaciones, raptos y regalos de mujeres. En tales circunstancias, los españoles no hicieron sino reanudar en América su propia tradición mestiza. Pero si la poliginia o pluralidad de amancebamientos y uniones esporádicas del español con las indias proliferó tanto que aquello parecía un "paraíso de Mahoma", según algunos frailes (Bernal Díaz cuenta que uno de sus compañeros tuvo treinta hijos en tres años), y si la Corona autorizó ya desde 1501 los matrimonios mixtos, lo cierto es que éstos no fueron frecuentes. Arraigaron en cambio el concubinato y la barraganía porque las uniones ilegales podían ser toleradas por la sociedad, pero no las uniones legales. Surge así la identificación entre mestizo e ilegítimo, origen del descrédito social que los caracterizará como grupo (lo mismo sucederá con los mulatos y zambos, con quienes el prejuicio social fue aún mayor pues a la ilegitimidad de su origen se unía el estigma de la esclavitud).
Pero el estatus lo proporcionará la adscripción a una u otra comunidad cultural, y no la biología. En el siglo XVI muchos mestizos se incorporan al grupo español y son considerados y llamados españoles, con diversos grados de marginalidad; por el contrario, los mestizos que permanecen con sus madres indias se indianizan por completo y son indios. Eso explica que en 1570 el porcentaje de las castas (es decir, mestizos, mulatos y negros) en la población total de las Indias era del 2,5 por ciento. Pero, al aumentar el número de los mestizos (12,7 por ciento de la población en 1650), estos acabarán por constituir un grupo social propio, que va emergiendo como una clase social rural media y urbana baja, caracterizada por su condición marginal. El aumento de los mestizos provoca la desconfianza y el temor de españoles y criollos, que intensifican así sus prejuicios, discriminaciones y trabas legales, definiéndolos despectivamente como casta.
El resultado de varios siglos de mestizaje racial y cultural es que a comienzos del siglo XIX los mestizos representan casi la tercera parte (32 por ciento) de la población total de la América española. Y son más de seis millones de personas.